jueves, 25 de marzo de 2010

Vacuna

Hoy mi mamá me avisó de pasada que mañana me vacunan, con el mismo tono que ocuparía para decirme que tengo que ir a comprar algo a la esquina.
ME VACUNAN!
Si hay algo que odio en esta vida son las jeringas. Me pone nerviosa ver una jeringa en la tele, o simplemente ver una jeringa suelta aunque sea para un experimento de biología, pero sobre todas las cosas Aborrezco con mayúsculas que me entierren una jeringa! Brrr la sola idea hace que se me paren los pelos... En verdad odio todo lo que me recuerde a un consultorio. Odio el olor a gasa, odio los pasillos blancos, y odio particularmente -por alguna extraña razón- el sonido que hace paquete esterilizado en que vienen las jeringas al abrirse, ese estilo de sobre mitad plástico transparente mitad papel. Creo que además me molesta lo esterilizado... nunca me he sentido en confianza con la limpieza extrema. Sí, creo que ducharme una vez por semana y comer cosas del suelo cuando chica (la santísima regla de los 3, 5, 10 o 20 segundos) sí surtió efecto.
Pero volviendo a la vacuna... Cada vez que me toca armo un drama. Espero en la sala de espera o en la enfermería a que me llamen, rogando por que el tiempo se alargue lo más posible. Cuando escucho mi nombre me parece una sentencia de muerte. Entro a la condenada salita y acto seguido le digo a la enfermera "me dan pánico las vacunas". Ya media tiritona me siento y veo como la enfermera saca una maldita jeringa de un maldito paquetito y la llena con un maldito líquido que en unos pocos segundos estará dentro de mi pobre bracito. De ahí en adelante miro hacia otro lado, trato de pensar en otra cosa. En lo posible escucho música, y aprieto mi mano libre con tanta fuerza que la siento más que el pinchazo, que dura unos dos o tres segundos. Y cuando se acaba es como salir del agua y volver a respirar (ya sé que es un poco exagerada la comparación pero así me siento), pero sigo un poco mareada por el susto, así que generalmente me tengo que recostar un rato (Soy taaaan ridícula!) Y ahí constato que el preámbulo es peor que la misma vacuna, y que si estoy así de mareada en este momento es solamente por el miedo. Y me doy cuenta una vez más de lo melodramática que soy para todo. Lo suficiente como para escribir dos grandes párrafos sobre una pinchadita cagona que no dura más de cinco segundos.
Así que mañana me propongo ir con esa mentalidad, no pensar un segundo en la vacuna hasta que me toque, y me obligo a mí misma a no sugestionarme al punto de sentirme mal.
Sé que muchos (por que yo sé que son muchísimos mis fans a los que les interesa mi blog) se deben estar riendo de mí, de como puede llegar a ser una meta tan grande el no asustarse por un pinchazo... No, no hay excusa que valga aparte de que soy, en pocas palabras, una simple pussy. Así que mañana cuando piense en la vacuna me voy a decir a mí misma "se van a reír incluso más de mí si fracaso en mi humilde y ridículo desafío".





Igual nunca les voy a donar sangre.

2 comentarios:

  1. jajajaja me reí mucho. Te apuesto a q no pudiste dormir después de escribir esto.

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  2. Me acuerdo cuando mi mamá fracasó en el intento de vacunar a Pablo (MI hermano, de dos metros, por lo general digno), quien corrió por toda la casa hasta hundirse en un rincón del sillón...

    No eres la única.

    Me sumo al cuantioso club de fans! :)

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