domingo, 18 de abril de 2010

Se exprime el cerebro

Se sienta frente a la pantalla que le quema los ojos. Abre el Word y mira la página en blanco, que la observa de vuelta con actitud desafiante. “A ver qué tonteras escribirás hoy. Te estoy esperando. ¿A ver, a ver?”, y para sólo hacerla callar, y para hacer algo, se dedica a cambiar el formato. Pone interlineado 1,5 para que sea más fácil releer lo que escribirá, alineación “justificar”, y letra Century Gothic de 12 puntos. Esa letra le recuerda a la Vicky, y al haber casualmente una carta de cumpleaños de ella en el lado izquierdo del escritorio nota como la tipografía se parece mucho a su caligrafía. Una letra redonda y grande: fácil de leer. Usaban esa letra para escribir ensayos con la Sofi y la Vale para interescolares, mientras comían cukys de frambuesa frente a otra página en blanco –de similar actitud a la que se enfrenta ahora-, dejando el teclado lleno de migas. Recuerda cómo le gustaba ir al Líder de Pedro de Valdivia con Bilbao al lado del ex departamento de la Vicky, y comprar pan (para ratonear), galletas (que abrían antes de pasar por la caja), o pie de limón (que se comían entre las dos), y siente nostalgia por su amiga que se fue.

Se reta a sí misma por divagar tanto y se recuerda que tiene que escribir sobre algo. ¿qué? No sabe. Últimamente no sabe nada. No sabe lo que le gusta, no sabe lo que quiere, no sabe qué hacer en general. Se siente vacía, siente que pierde demasiado tiempo en Facebook, y piensa una vez más en eliminar su cuenta para después recordar su practicidad y –aunque no lo quiera admitir-, su adicción por esa página que le da acceso al morbo de observar a la gente sin que ellos lo sepan. Alguien le habla por el chat y la desvía de su objetivo, por lo que decide que lo mejor, aunque le duela, es cerrarlo. Ahora son la página, el silencio (no se puede concentrar con música) y ella. Le empiezan a picar los ojos de tanto mirar a la pantalla, así que desvía la mirada por unos minutos y así piensa sobre qué escribir. Considera poner los cuentos que hace no mucho escribió para Santiago en 100 palabras, pero le deprime el hecho de pensar que de los cinco cuentos no calificó ni uno, y le da vergüenza publicar cinco fracasos. Le tiene terror al fracaso. Le tiene terror a cualquier cosa que pudiera afectar su delicado ego, y prefiere no pensar sobre eso…

Vuelve a ese típico hábito suyo de golpear suave y aleatoriamente las teclas como si estuviese embalada escribiendo, y se ríe un poco de sí misma por aparentar escribir frente a nadie. Está sola en su pieza.

Se pregunta dónde quedó su creatividad: antes le gustaba escribir, inventaba mundos y personajes fantásticos que después de releer desechaba. Ahora no hay nada que desechar. Su imaginación se fue –en palabras educadas- a las pailas. Lo mismo con dibujar, pero prefiere no pensar en eso por que le angustia acordarse de que está en una crisis de creatividad justo mientras estudia arte. Mierda. Y la educación también se fue a la mierda.

Le empieza a bajar el sueño, los ojos le pesan y la cama calentita (hace frío) la seduce desde el otro lado de la pieza. Admite que hoy no será el día para encontrar una idea brillante en su añejo cerebro, así que escribe sobre que no escribe y lo sube a su blog, con cierto remordimiento por confirmar esa ególatra manía de escribir mayoritariamente sobre sí misma.


Y dice una vez más entre suspiros esa mediocre pero sobrecogedora frase que en momentos de fracaso le recuerda que “peor es nada.”

2 comentarios:

  1. Amalia, he aquí la prueba de que de las crisis de creatividad pueden salir las mejores cosas. Y de las crisis en general. El otro día, vitrineando, vi un cartel con una cita de Einstein pegado afuera de una zapatería cara. ¿Qué hacía Einstein ahí? Ni idea. ¿Humillante para su memoria? Supongo. Pero el punto es lo que la cita decía:

    "La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y paises, porque la crisis trae progresos, la creatividad nace de la angustia como el día de la noche oscura. Es de la crisis que nacen la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a si mismo sin quedar superado (...) Sin la crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno."

    Te entiendo demasiado bien. Yo también he escrito sobre la pantalla en blanco, las mil ideas que mueren en la traducción a palabras. El cursor titilante. Te entiendo. Pero tú tienes el talento, y se deja ver cuando bajas tus propias expectativas. Este texto nació de la frustración, de rendirse, casi. Me da la impresión de que simplemente, te dejaste llevar, como diciendo "a la mierda". Y quedó súper! Natural, personal, entretenido. El desafío, supongo, es quedarte con ese impulso, olvidarte de que escribes "para alguien". Simplemente gritar. Creo que tenemos -tú y yo, y tantos otros- que olvidarnos del lector. Porque cuando escribimos pensando en el efecto, nos limitamos demasiado. Es otra versión de estar constantemente atentas a la impresión que tengan los demás de nosotras. De eso puede resultar algo bello, pero no.... atractivo. No estoy segura de que esa sea la palabra, pero creo que lo natural, lo que sucede como resultado de algo interno, es tanto más vivo, real, hermoso, que lo calculado. ¿Me entiendes? Y con lo natural, vienen las "imperfecciones". Un rayón en la pintura, una frase enrevesada escrita en un impulso. Mejor, mucho mejor! Eso le da misterio, sabor, vida al asunto.

    Así que... sigamos escribiendo. Sigamos llenando páginas, a mí al menos, me hace mucha falta eso. Hagámoslo porque nos gusta. Olvidémonos del lector.

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