lunes, 26 de abril de 2010
Santiago en 100 palabras
Estoy cansada, floja, y sin creatividad.
Por eso, en vez de escribir, les copio los cuentos de "Santiago en 100 palabras" que más me gustaron de la selección 2007-2008. No puse ninguno de los tres primeros por que ya se les ha dado suficiente crédito, y por que personalmente no los encuentro los mejores (sin ánimo de ofender a nadie).
Mi increíble papá
Premio del público 2007
Vivo con mi papá en un pequeño departamento de Portugal con Avenida Matta. Trabaja todo el día y llega tarde a casa. Siempre anda con ojeras, pero sonríe cada vez que me ve. Me mete a la cama y se queda a mi lado contándome cuentos hasta que me duermo.
Una noche fingí dormir y me levanté para ver qué hacía. Lo descubrí poniéndose su traje especial. Una peluca y maquillaje protegían su identidad secreta y en una cartera llevaba sus aparatos y artefactos. Así, enfundado en mallas, salía todas las noches. Mi papá es un superhéroe.
Diego Guzmán, 21 años, Providencia
Nadie te preguntó
Mención honrosa 2007
“¿Sabías que el oso polar no es blanco? Es negro. No lo sabías, ¿cierto? Claro que no lo sabías”, me dijo un pequeño en el zoológico, burlesco, irritante, luciendo despectivo la insignia del grandioso colegio con el que su padre siempre soñó. Lo seguí hasta el foso del león. “¿Sabías que los leones comen niños?”. “Mentira,
viejo ignorante”, respondió, mientras yo montaba su pequeña humanidad sobre mis hombros, arrojándolo a las fauces del animal e intentando esclarecer el dilema. “¡Éste es un caso excepcional!”, gritó el niño, siempre pedante, justo antes de que el animal alcanzara su frágil cuello.
Eduardo Ávila, 25 años, Coquimbo
Una rusa (confesión a una amiga en La Piojera)
A riesgo de parecerte impertinente, debo decir que cuando mis ojos bajan de los tuyos ignorando tu boca y cuello para luego estacionarse, me dan unas ganas locas de pasear por la tundra, tomar Vodka, visitar el Kremlin, bailar cosaco, derrocar al Zar, morir por la revolución Bolchevique y brindar con otro terremoto por el camarada Lenin.
Álex Bizama, 27 años, Lo Espejo
Intimidad pasajera
Premio del público 2008
Se llama Juana Catrilqueo Peña. Nació hace 63 años en Mantilhue, una localidad rural ubicada a 70 kms de Osorno. A los 15 se vino a Santiago a trabajar como nana. Tuvo un hijo que murió atropellado en la Alameda el año 86. Desde entonces vive sola en
una pieza que arrienda en Quilicura. Es callada, sigilosa y muchas veces pasa desapercibida. Viaja en micro todos los días a la casa de sus patrones y aprovechándose del tumulto y los apretones de una intimidad obligada, acurruca su cabeza en el hombro de otro pasajero sin que nadie se dé cuenta.
Gonzalo Andrade, 26 años, La Florida
Cajonero a tus cajones
Solía cargar cajones en la Vega Central. Toda mi vida lo hice. Los cargaba con lo que viniesen: tomates, papas, uno que otro paquete sospechoso y más de algún perro encaramado entre los restos de vísceras que sacaba de la carnicería. Todos los días lo hacía, cada estación del año. ¡Qué verano aquél en el que me sentí como un rey transportado en una litera a través de la calurosa Sabana! Porque así es la Vega: una gran selva. Ese día, el bochornoso clima me agotó. Reposé en un cajón y me quedé infinitamente dormido. Luego me cargaron a mí.
Marcela Villagrán, 25 años, El Bosque
Cosas de la fortuna
Mención honrosa 2008
Plaza Brasil: vamos a comer a Los Chinos Pobres. Sobre la mesa hay galletas de la fortuna. Abro una y mi fortuna dice: “Ayúdenme, estoy atrapado y soy esclavo en una fábrica de galletas”.
Carolina Valenzuela, 33 años, La Florida
domingo, 18 de abril de 2010
Se exprime el cerebro
Se sienta frente a la pantalla que le quema los ojos. Abre el Word y mira la página en blanco, que la observa de vuelta con actitud desafiante. “A ver qué tonteras escribirás hoy. Te estoy esperando. ¿A ver, a ver?”, y para sólo hacerla callar, y para hacer algo, se dedica a cambiar el formato. Pone interlineado 1,5 para que sea más fácil releer lo que escribirá, alineación “justificar”, y letra Century Gothic de 12 puntos. Esa letra le recuerda a la Vicky, y al haber casualmente una carta de cumpleaños de ella en el lado izquierdo del escritorio nota como la tipografía se parece mucho a su caligrafía. Una letra redonda y grande: fácil de leer. Usaban esa letra para escribir ensayos con la Sofi y la Vale para interescolares, mientras comían cukys de frambuesa frente a otra página en blanco –de similar actitud a la que se enfrenta ahora-, dejando el teclado lleno de migas. Recuerda cómo le gustaba ir al Líder de Pedro de Valdivia con Bilbao al lado del ex departamento de la Vicky, y comprar pan (para ratonear), galletas (que abrían antes de pasar por la caja), o pie de limón (que se comían entre las dos), y siente nostalgia por su amiga que se fue.
Se reta a sí misma por divagar tanto y se recuerda que tiene que escribir sobre algo. ¿qué? No sabe. Últimamente no sabe nada. No sabe lo que le gusta, no sabe lo que quiere, no sabe qué hacer en general. Se siente vacía, siente que pierde demasiado tiempo en Facebook, y piensa una vez más en eliminar su cuenta para después recordar su practicidad y –aunque no lo quiera admitir-, su adicción por esa página que le da acceso al morbo de observar a la gente sin que ellos lo sepan. Alguien le habla por el chat y la desvía de su objetivo, por lo que decide que lo mejor, aunque le duela, es cerrarlo. Ahora son la página, el silencio (no se puede concentrar con música) y ella. Le empiezan a picar los ojos de tanto mirar a la pantalla, así que desvía la mirada por unos minutos y así piensa sobre qué escribir. Considera poner los cuentos que hace no mucho escribió para Santiago en 100 palabras, pero le deprime el hecho de pensar que de los cinco cuentos no calificó ni uno, y le da vergüenza publicar cinco fracasos. Le tiene terror al fracaso. Le tiene terror a cualquier cosa que pudiera afectar su delicado ego, y prefiere no pensar sobre eso…
Vuelve a ese típico hábito suyo de golpear suave y aleatoriamente las teclas como si estuviese embalada escribiendo, y se ríe un poco de sí misma por aparentar escribir frente a nadie. Está sola en su pieza.
Se pregunta dónde quedó su creatividad: antes le gustaba escribir, inventaba mundos y personajes fantásticos que después de releer desechaba. Ahora no hay nada que desechar. Su imaginación se fue –en palabras educadas- a las pailas. Lo mismo con dibujar, pero prefiere no pensar en eso por que le angustia acordarse de que está en una crisis de creatividad justo mientras estudia arte. Mierda. Y la educación también se fue a la mierda.
Le empieza a bajar el sueño, los ojos le pesan y la cama calentita (hace frío) la seduce desde el otro lado de la pieza. Admite que hoy no será el día para encontrar una idea brillante en su añejo cerebro, así que escribe sobre que no escribe y lo sube a su blog, con cierto remordimiento por confirmar esa ególatra manía de escribir mayoritariamente sobre sí misma.
Y dice una vez más entre suspiros esa mediocre pero sobrecogedora frase que en momentos de fracaso le recuerda que “peor es nada.”
Se reta a sí misma por divagar tanto y se recuerda que tiene que escribir sobre algo. ¿qué? No sabe. Últimamente no sabe nada. No sabe lo que le gusta, no sabe lo que quiere, no sabe qué hacer en general. Se siente vacía, siente que pierde demasiado tiempo en Facebook, y piensa una vez más en eliminar su cuenta para después recordar su practicidad y –aunque no lo quiera admitir-, su adicción por esa página que le da acceso al morbo de observar a la gente sin que ellos lo sepan. Alguien le habla por el chat y la desvía de su objetivo, por lo que decide que lo mejor, aunque le duela, es cerrarlo. Ahora son la página, el silencio (no se puede concentrar con música) y ella. Le empiezan a picar los ojos de tanto mirar a la pantalla, así que desvía la mirada por unos minutos y así piensa sobre qué escribir. Considera poner los cuentos que hace no mucho escribió para Santiago en 100 palabras, pero le deprime el hecho de pensar que de los cinco cuentos no calificó ni uno, y le da vergüenza publicar cinco fracasos. Le tiene terror al fracaso. Le tiene terror a cualquier cosa que pudiera afectar su delicado ego, y prefiere no pensar sobre eso…
Vuelve a ese típico hábito suyo de golpear suave y aleatoriamente las teclas como si estuviese embalada escribiendo, y se ríe un poco de sí misma por aparentar escribir frente a nadie. Está sola en su pieza.
Se pregunta dónde quedó su creatividad: antes le gustaba escribir, inventaba mundos y personajes fantásticos que después de releer desechaba. Ahora no hay nada que desechar. Su imaginación se fue –en palabras educadas- a las pailas. Lo mismo con dibujar, pero prefiere no pensar en eso por que le angustia acordarse de que está en una crisis de creatividad justo mientras estudia arte. Mierda. Y la educación también se fue a la mierda.
Le empieza a bajar el sueño, los ojos le pesan y la cama calentita (hace frío) la seduce desde el otro lado de la pieza. Admite que hoy no será el día para encontrar una idea brillante en su añejo cerebro, así que escribe sobre que no escribe y lo sube a su blog, con cierto remordimiento por confirmar esa ególatra manía de escribir mayoritariamente sobre sí misma.
Y dice una vez más entre suspiros esa mediocre pero sobrecogedora frase que en momentos de fracaso le recuerda que “peor es nada.”
jueves, 15 de abril de 2010
Cosas Insignificantes Que Me Gustan.
A mis queridísimos fans que SÍ existen y que SÍ notaron mi ausencia:
Me disculpo por dicha ausencia. Tuve lo que se llama una dura semana, que incluyó intento de escultura, frustración por fracaso de escultura, y escultura nueva, además de un ensayo que habla sobre mi intento de escultura, frustración por fracaso de escultura, y escultura nueva. Y por último, un largo ensayo de Visión.
Y por su puesto, luego de tan arduo proceso es un pecado no tomarse los dos días siguientes de fermentación necesarios para la salud mental.
Como todavía no me repongo física, emocional ni creativamente, esta entrada será una simple lista sobre las cosas insignificantes que me gustan. Por que sí, me apasiona hacer listas de todo. Justo hoy le dije a Benja mi lista de cosas que me dan miedo (le lleva hasta duendes). En fin, aquí va.
Cosas insignificantes que me gustan:
Despegar cosas. Principalmente etiquetas como la del desodorante, y también los residuos de pegamento.
Hacer burbujas de jabón cuando me lavo las manos.
El número 12.
Estornudar.
Hacer sonar los huesos, sobretodo los de la espalda y el cuello.
Caminar por Lyon cuando hace frío y es otoño.
Caminar y hacer carreras con la otra gente que va caminando. Ellos no lo saben, pero les acabo de ganar.
Chupar el plato después de comer algo rico. No, no me importa que te moleste.
Pisar hojas secas. ¿A quién no?
El olor a bencina, agorex, cemento de caucho, plumones, médium y otras sustancias tóxicas. Por suerte ya no se usa Neoprén, o estaría debajo de un puente inhalando.
Soplar cuando hay viento y hacer como que el viento sale de mí.
Llenarme la boca con M&M’s.
Despertarme temprano y volver a dormir.
La buena ortografía.
Pisar los cuadrados de la vereda (no sé como se llaman) cuando están sueltos. También pasar por encima en bicicleta.
Wordreference.com.
El olor a libros Santillana, huelen como a maracuyá.
Ver fotos de la infancia.
Los datos freak.
Las voces en off de las películas.
Comer chicle de menta o lavarme los dientes y después comer chocolate, por que tiene sabor a After Eight.
Las papas fritas dobladas (especialmente las Lays, a las cuales soy devota).
(Los paréntesis) (No sé si se habían dado cuenta.)
Encontrar algo escrito en un libro viejo. Es como encontrar un misterio o como volver al pasado.
Como dije, hacer listas.
Como conclusión de esta lista, me decido a darme pequeños gustos que sumados dejan de ser tan insignificantes cuando pueda: caminar y verme como enferma con tal de pisar hojas, lavarme los dientes y comerme un chocolate aunque tenga que lavármelos de nuevo, salir a caminar en vez de quedarme en mi casa haciendo listas tontas en un día de invierno y -cuando termine de caminar, leer datos freak, etc.- hacer otra lista estúpida.
Pd: aquí les dejo el link al blog de mi pololo, Benjamín Builson, con Natalia Jordán. Es muy bueno, interesante y conciso (cualidad a la que aspiro.) http://legoamarillo.wordpress.com/
Me disculpo por dicha ausencia. Tuve lo que se llama una dura semana, que incluyó intento de escultura, frustración por fracaso de escultura, y escultura nueva, además de un ensayo que habla sobre mi intento de escultura, frustración por fracaso de escultura, y escultura nueva. Y por último, un largo ensayo de Visión.
Y por su puesto, luego de tan arduo proceso es un pecado no tomarse los dos días siguientes de fermentación necesarios para la salud mental.
Como todavía no me repongo física, emocional ni creativamente, esta entrada será una simple lista sobre las cosas insignificantes que me gustan. Por que sí, me apasiona hacer listas de todo. Justo hoy le dije a Benja mi lista de cosas que me dan miedo (le lleva hasta duendes). En fin, aquí va.
Cosas insignificantes que me gustan:
Despegar cosas. Principalmente etiquetas como la del desodorante, y también los residuos de pegamento.
Hacer burbujas de jabón cuando me lavo las manos.
El número 12.
Estornudar.
Hacer sonar los huesos, sobretodo los de la espalda y el cuello.
Caminar por Lyon cuando hace frío y es otoño.
Caminar y hacer carreras con la otra gente que va caminando. Ellos no lo saben, pero les acabo de ganar.
Chupar el plato después de comer algo rico. No, no me importa que te moleste.
Pisar hojas secas. ¿A quién no?
El olor a bencina, agorex, cemento de caucho, plumones, médium y otras sustancias tóxicas. Por suerte ya no se usa Neoprén, o estaría debajo de un puente inhalando.
Soplar cuando hay viento y hacer como que el viento sale de mí.
Llenarme la boca con M&M’s.
Despertarme temprano y volver a dormir.
La buena ortografía.
Pisar los cuadrados de la vereda (no sé como se llaman) cuando están sueltos. También pasar por encima en bicicleta.
Wordreference.com.
El olor a libros Santillana, huelen como a maracuyá.
Ver fotos de la infancia.
Los datos freak.
Las voces en off de las películas.
Comer chicle de menta o lavarme los dientes y después comer chocolate, por que tiene sabor a After Eight.
Las papas fritas dobladas (especialmente las Lays, a las cuales soy devota).
(Los paréntesis) (No sé si se habían dado cuenta.)
Encontrar algo escrito en un libro viejo. Es como encontrar un misterio o como volver al pasado.
Como dije, hacer listas.
Como conclusión de esta lista, me decido a darme pequeños gustos que sumados dejan de ser tan insignificantes cuando pueda: caminar y verme como enferma con tal de pisar hojas, lavarme los dientes y comerme un chocolate aunque tenga que lavármelos de nuevo, salir a caminar en vez de quedarme en mi casa haciendo listas tontas en un día de invierno y -cuando termine de caminar, leer datos freak, etc.- hacer otra lista estúpida.
Pd: aquí les dejo el link al blog de mi pololo, Benjamín Builson, con Natalia Jordán. Es muy bueno, interesante y conciso (cualidad a la que aspiro.) http://legoamarillo.wordpress.com/
domingo, 4 de abril de 2010
Tehching Hsieh
Tehching Hsieh (1950) es una artista Taiwanés residente en Nueva York. No se hizo conocido por pintar, por dibujar, por esculpir... ni siquiera por ese arte moderno como una maraña de cables que uno encontraría en la galería Animal (en verdad eso lo vi en el MAC), pero a eso se acerca.
Tehching Hsieh hacía arte consigo mismo. Es conocido por hacer, entre 1978 y 1986 lo que el llamó los "one year performance" (LINK). ¿De qué se trata? A través de un muy conciso comunicado declaraba que por un año entero se sometería a algún tipo de regla. Por ejemplo, entre el 30 de Septiembre de 1978 y el 29 de Septiembre de 1979, Tehching Hsieh vivió en una celda dentro de su estudio de 2,7 x 2,4, sin conversar, leer, escribir, escuchar radio ni ver televisión. Entre el 4 de Julio de 1983 y el 4 de Julio de 1984 estuvo amarrado a Linda Montano por una cuerda de 2 metros y medio, estando siempre, sin excepción, en la misma pieza, pero sin tocarse.
Probablemente te estés preguntando para tus adentros "¿por qué es esto arte?". Yo me lo pregunté también, y llegué a una conclusión. Me pregunté cuál es la intención del arte, y creo que es comunicar. Mostrar lo que le está pasando al entorno del artista o a él mismo. Desde pintar hombres de palito cazando a un alce, hasta la ya nombrada maraña de cables que supongo que intentará mostrar un descontento con las complicaciones de la tecnología.
Lo que intentaría comunicar Tehching Hsieh son problemas de la vida actual tales como el encierro, la pobreza, las relaciones matrimoniales, para quién es el arte y quién es el artista.
Y si tanto la plástica como la música, el teatro, la literatura, el cine y otros caben dentro de la enorme clasificación que es ARTE, ¿por qué no esto? No plasmar lo que se quiere comunicar en algo externo, sino que vivirlo. Que la EXPERIENCIA sea el arte.
A lo mejor su estilo no es el mío ni el de muchos, pero creo que hay que darle una oportunidad a todo. Si no entiendo ese cuadro negro, no resignarme e irme sin por lo menos preguntarme qué habrá querido comunicar el artista. Y sobretodo, estar siempre dispuesta a todo y decir "¿Por qué no?".
¿Por qué no?
Tehching Hsieh hacía arte consigo mismo. Es conocido por hacer, entre 1978 y 1986 lo que el llamó los "one year performance" (LINK). ¿De qué se trata? A través de un muy conciso comunicado declaraba que por un año entero se sometería a algún tipo de regla. Por ejemplo, entre el 30 de Septiembre de 1978 y el 29 de Septiembre de 1979, Tehching Hsieh vivió en una celda dentro de su estudio de 2,7 x 2,4, sin conversar, leer, escribir, escuchar radio ni ver televisión. Entre el 4 de Julio de 1983 y el 4 de Julio de 1984 estuvo amarrado a Linda Montano por una cuerda de 2 metros y medio, estando siempre, sin excepción, en la misma pieza, pero sin tocarse.
Probablemente te estés preguntando para tus adentros "¿por qué es esto arte?". Yo me lo pregunté también, y llegué a una conclusión. Me pregunté cuál es la intención del arte, y creo que es comunicar. Mostrar lo que le está pasando al entorno del artista o a él mismo. Desde pintar hombres de palito cazando a un alce, hasta la ya nombrada maraña de cables que supongo que intentará mostrar un descontento con las complicaciones de la tecnología.
Lo que intentaría comunicar Tehching Hsieh son problemas de la vida actual tales como el encierro, la pobreza, las relaciones matrimoniales, para quién es el arte y quién es el artista.
Y si tanto la plástica como la música, el teatro, la literatura, el cine y otros caben dentro de la enorme clasificación que es ARTE, ¿por qué no esto? No plasmar lo que se quiere comunicar en algo externo, sino que vivirlo. Que la EXPERIENCIA sea el arte.
A lo mejor su estilo no es el mío ni el de muchos, pero creo que hay que darle una oportunidad a todo. Si no entiendo ese cuadro negro, no resignarme e irme sin por lo menos preguntarme qué habrá querido comunicar el artista. Y sobretodo, estar siempre dispuesta a todo y decir "¿Por qué no?".
¿Por qué no?
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